Ya van seis meses de VAR en La Liga y lo que empezó bastante bien ha terminado por ir desanimando a propios y extraños poco a poco. Unos antes y otros después, algunos en reiteradas ocasiones y otros en un momento muy puntual, pero todos se han visto afectados (y beneficiados) y han visto traicionada su fe en el apoyo de la tecnología para impartir justicia. Los más fieles ya dudan, los que nunca lo apoyaron se han declarado en guerra abierta hacia el nuevo sistema.

¿Qué esperábamos del VAR? Realmente la tecnología es una herramienta, pero las decisiones las siguen tomando personas, que como venía ocurriendo sin esa ayuda hace un año, también erraban a la hora de decidir si una acción era o no penalti, o si un jugador estaba o no en fuera de juego.

Hay varios factores que tenemos que tener en cuenta para comprender la instauración de la tecnología al fútbol. El primero es que la subjetividad es inevitable, y por lo tanto la interpretación también. En este caso concreto además, entre los árbitros españoles existe una camaradería que lleva al que está sentado a no contradecir lo que el juez de campo acaba de ver, y en consecuencia, interpretar. Sujeto a su interpretación, ¿quién soy yo para corregirle? (se pensará desde Las Rozas). Bien, ahí está el problema, que acudir a consultar una pantalla a la banda no está de más, y es lo que se reclama desde muchas aficiones de clubes perjudicados. Creo que es la gran asignatura pendiente de este nuevo sistema. ‘Respetarse’ menos entre los dos jueces en cuestión y no tener miedo a visionar para decidir. Al final se impondrá la mayor justicia posible, porque ver algo dos veces siempre será más ayuda que verla en una única ocasión. Ante esto parece evidente que existe un grave error de protocolo a la hora de aplicar el VAR.

Por otro lado están los diferentes casos en los que el VAR puede entrar a ‘rearbitrar’ una jugada. Con las agresiones o confusiones de identidad no hay ningún problema. Todo está bastante claro y cuando se ha aplicado ha sido con rotundidad. ¿Pero qué sucede con las acciones más tecnológicas? Me refiero a las que dependen de una correcta aplicación de las líneas del fuera de juego, por ejemplo. ¿Está preparado el árbitro del VAR para ayudar a su compañero? Aparentemente no. Porque las imágenes vistas hasta ahora y las líneas trazadas no dejan de convencer a nadie, hasta el punto que ya ni se muestran en la retransmisión por orden del jefe de los árbitros.

En referencia a esto último yo acudiría a la esencia más pura de la norma del fuera de juego, es decir, a evitar que un contrario saque ventaja por su posición en el campo, notablemente adelantado respecto a la defensa. ¿De verdad es tanta la ventaja que un jugador saca porque su hombro esté dos centímetros más adelantado que el pie del defensor? Me hace reir (y llorar al mismo tiempo) que estemos llevando la aplicación de esta norma hasta límites matemáticos. Castiguemos los fuera de juego claros, y permitamos jugar si está en línea. Ya hemos visto incluso arquitectos en los programas más mediáticos de televisión, y es un juego que me parece muy peligroso, porque de este modo siempre habrá polémica y nunca nos pondremos de acuerdo.

Por último me gustaría pedir a todo el mundo paciencia, es fundamental. Porque esto acaba de comenzar y podríamos decir en términos académicos que estamos en Primero de VAR. Árbitros, jugadores, entrenadores, aficionados, periodistas… todos, absolutamente todos, estamos viviendo los primeros meses de una tecnología que ha llegado para quedarse y también para cambiar el fútbol. Evolucionará, mejorará y probablemente cambie el protocolo. Y en cinco años no tendrá nada que ver con este primer paso en el que nos encontramos ahora. Lo que sí se puede asegurar es que si el Real Madrid está tirando La Liga no es por el VAR, si el Huesca parece sentenciado no es por el VAR, y que si el Valencia no anota goles o el Alavés está obrando el milagro, nadie puede relacionarlo con la aplicación correcta o equivocada del VAR. Paciencia, y a tratar de no sufrir tanto, que nadie se olvide de que esto, al fin y al cabo, es un juego. Exactamente igual que antes de la llegada de la tecnología.