Podemos perdernos en un mar de porcentajes absurdos. Hablemos de probabilidades, polémicas, reuniones, propuestas, compensaciones e incluso, si quieren, tiremos sobre la mesa cuestiones políticas. Así llevamos un mes. Hablando de un partido de fútbol fantasma, que ya nunca se jugará. Y pese a la pena (propia) de no poder ver este proyecto pionero en su máxima exposición, lo cierto es que parte del trabajo que pretendía La Liga ya se ha hecho.

Su marca ha acaparado portadas, editoriales y cientos de minutos de radio y televisión para hablar de un… ¡Girona-Barcelona! En la vida podríamos haber imaginado que un encuentro de la jornada 21 entre dos equipos de universos diferentes habría tenido tanta relevancia mediática e internacional. ‘Chapeau’ por aquellos que lo han logrado, independientemente de que finalmente vaya a ser Montilivi, y no el Hard Rock Stadium, el escenario del encuentro.

Pero vayamos a lo profundo del asunto. Esta batalla entre dos gestores, cabezas visibles ambas de las dos instituciones más importantes del fútbol profesional en España. Dos interlocutores que no hablan el mismo idioma. O no quieren hacerlo, seamos claros. Lo preocupante no es el presente, que un partido de La Liga no salga de territorio español no deja de ser algo anecdótico. Lo auténticamente preocupante aquí es lo desgastado de la relación a poco más de cien días de que asumiera su cargo como presidente Luis Rubiales. Es lo que a mi me lleva a ser pesimista sobre la evolución del fútbol en nuestro país. Ambos ya tienen cosas suficientes que reprocharse, y viendo los egos y la memoria de ambos parece que esa lista de ‘recordatorios’ no dejará de aumentar.

Lo auténticamente preocupante aquí es lo desgastado de la relación a poco más de cien días de que asumiera su cargo como presidente Luis Rubiales.

La decisión de la Federación Española de Fútbol, vinculante y con derecho a veto, de no permitir la celebración del partido en Estados Unidos responde evidentemente a un objetivo: aclarar quién manda en el fútbol español. Resalto sin ironía que resulta curioso ver cómo la misma institución que tuvo la brillante iniciativa de comercializar la Supercopa de España y convertir un problema de calendario en virtud económica, sea ahora la que no ve con buenos ojos un proyecto similar, y para justificarlo, se ampara en la opinión de una institución que no pinta nada en esto como la FIFA, así como argumentando la mueca del presidente del gobierno por ser los equipos que son, y potenciando la postura de una AFE que todavía no estaba cerrada en banda y sí en compás de espera. Ya no tendrá que esperar más, porque la decisión es muy clara y contundente por parte de la Federación.

Creo que Rubiales deja escapar una gran oportunidad de sacar provecho de una gestión ajena, porque el acuerdo con Relevent beneficiaba a todos. La tajada era tan amplia que clubes, jugadores, aficionados y la propia Federación iban a recibir su parte. Ésta última en forma de lo que algunos tacharon como chantaje al que nunca accedería el presidente, el de llevarse un pellizco en forma de patrocinio para unas arcas de la RFEF que no son las de antes, como tampoco lo es el caché actual de la Selección ni el valor de los contratos de patrocinio. Resulta curioso que justo sea en Estados Unidos donde acuda el presidente de la RFEF a buscar partners para su institución.

Desde el que está lejos de su país siento pena, porque dejamos escapar una gran oportunidad de ser una competición pionera, de abrir mercado, de potenciar la marca ‘Liga’ y la marca ‘España’. Una especie de involución hacia el paleolítico futbolístico que creía superado pero que nunca se fue. Llegaron nuevos gestores, pero permanecen las mismas costumbres, la de apuntar la matrícula, la del palo en la rueda, la de los valores cambiantes en función del interés presente.

Probablemente todo esto no quedará en el olvido. Cada uno de los actores deben recapacitar y mejorar en su manera de afrontar estas situaciones. Unos con el mismo énfasis e ilusión, porque el sueño se convirtió en pesadilla, pero el primer paso ya está dado y volverá a ocupar la cabeza (e ilusión) de muchos. Cambiar el libro de ruta para replantear el orden de consulta, sin retransmitir cada movimiento, y dando protagonismo a todos y cada uno de los actores del fútbol. Los otros dejando de lado el provincianismo que en ocasiones nos impide mirar más allá de la tapia, porque quien todavía piense que este fútbol de hoy en día es el mismo que hace diez años está muy equivocado.

Démonos cuenta de que el fútbol es deporte, pero también es negocio y evolución. Explorar nuevos caminos para potenciarlo debe ser la prioridad de los mandatarios, por encima de rencillas personales, ajustes de cuentas o demostraciones de poder. Rubiales y Tebas, dos dirigentes que han hecho avances muy positivos para sus respectivas instituciones por separado, pero no son capaces de caminar de la mano. Quizás no sea demasiado tarde…